Fiebre
viernes, marzo 30, 2007
Como de incógnito asomo un ojo por encima de las gafas de sol, pero es un ojo traicionero con muchas dioptrías que falla en su misión de averiguar la hora. La cabeza, como si fuera un bulbo rojo y fibroso, se me hincha y deshincha por dentro. Los dientes me están creciendo y lo noto, pero menos que la jaqueca. Tengo fiebre, no, es que no he dormido, tal vez esté soñando, no, quizá debería hablar con alguien, no, el doctor. No cancelé la cita. Ahora tendré que cambiar de médico. La última vez la enfermera me hizo preguntas. Una mujer sagaz, creo que podía ver por debajo de mi mejor sonrisa falsa evitando las ojeras, me veía cuando me abalanzo sobre la caja de pastillas como si me fuera la vida en ello.
-¿Cuándo fue la última vez que viniste?
(-¿Sabe usted que estoy harta de todo esto?)
Los albañiles empiezan a irse. Miro a algunos intentando imaginarme a sus familias. A sus mujeres, a sus hijos. De algunos sólo me puedo imaginar las prostitutas con las que pasan los sábados por la noche. Dominicanas maternales que les acarician el pelo. Duerme, dulce príncipe.
Decididamente tengo fiebre.
Cuando salgo del bar está anocheciendo. No hay demasiada gente por la calle. Vuelvo a casa con una leve sensación de vértigo. Es agradable.
